Inclusión y equidad de género en la medicina veterinaria
Columna de opinión Dra. Evelyn Briones Fuentes, médica veterinaria e integrante de la directiva del Consejo Regional de Atacama de Colmevet
Nuevamente este 8 de marzo se conmemoró el Día Internacional de la Mujer y es en este contexto que nos preguntamos de qué manera hemos cambiado y evolucionado como sociedad en temas de inclusión y equidad de género, temática que por supuesto no deja fuera a nuestra profesión, la medicina veterinaria.
En sus inicios, la medicina veterinaria, al igual que tantas otras profesiones, fue guiada, enseñada y dirigida por líderes masculinos, las matrículas en las universidades eran mayoritariamente realizadas por hombres. Culturalmente, la gente confiaba más en un hombre veterinario que en una mujer veterinaria, sobre todo en ámbitos de trabajo relacionados a la producción y manejo de animales mayores o en la medicina equina, donde eran muy pocas las mujeres que, a pesar de los prejuicios, mantenían su pasión y ejercían en estas áreas.
Gracias al legado de cada colega que en el pasado rompió con estos paradigmas, hoy tenemos un panorama profesional y laboral distinto. Actualmente el número de mujeres inscritas en medicina veterinaria supera al de los hombres, lo que demuestra que las mujeres vamos ocupando terrenos históricamente masculinizados por una sociedad patriarcal.
Esta evolución es el reflejo de la transformación por la que atraviesa nuestra propia sociedad, donde las mujeres hemos demostrado que somos una gran fuerza laboral, que podemos trabajar en equipo y también liderarlos. Para lograr que este cambio de estructura y mentalidad siga fluyendo, debemos entender que la equidad y la perspectiva de género debemos incluirlas en todos los aspectos de nuestra vida y no sólo en lo laboral.
Debemos seguir trabajando para eliminar las brechas que existen en relación al género y los roles impuestos, compartir las labores de cuidado, coparentar, valorar a las personas por sus capacidades y no por su género, así como también erradicar las prácticas sexistas que tanto dañan al progreso y al autoestima de una persona.
No se trata de desmerecer a los hombres, sino de equiparar la cancha para ambos lados, tener las mismas oportunidades de desarrollo y así aspirar a una sociedad más respetuosa, empática y justa.